Diario La Nación 3|1|16
Un día como hoy, en 1936, un golpe de venganza llegó hasta el cielo porteño: la ciudad estrenaba el edificio Kavanagh, en Retiro, que supo ser el más alto de América latina. Pero, según los rumores de la época, y que aún resuenan en la actualidad, el rascacielos de hormigón armado escondía una mala intención, producto de una historia de amor fallida.
Quienes viven en la torre, que hoy festeja sus 80 años, repiten esta historia: que Corina Kavanagh, una mujer de ascendencia irlandesa que pertenecía a una familia acaudalada, pero no patricia, lo mandó a construir en un ataque de furia, tras enterarse de que el matrimonio entre una de sus hijas y un joven de la familia Anchorena había sido rechazado.
Disgustada por aquella decisión, aparentemente tomada por Mercedes Castellanos de Anchorena, madre del joven en cuestión, Corina quiso desquitarse. Y prometió obstruir la vista de la basílica del Santísimo Sacramento, que los Anchorena habían edificado como sepulcro familiar.
Así que les pidió a los arquitectos Ernesto Lagos, Luis María de la Torre y Gregorio Sánchez que construyeran un edificio, con una entrada principal en Florida 1065 y vista a la plaza San Martín, que tapara la iglesia. Se lo entregaron 14 meses después, todo un récord para la época. Y desde su inauguración, el 3 de enero de 1936, la basílica sólo se puede apreciar parándose en el pasaje Corina Kavanagh, que pertenece al rascacielos.
Hoy, de ese origen destructivo sólo queda una anécdota. Lo que perdura es una obra de arquitectura racionalista, con geometrías simples, que es parte insoslayable del patrimonio cultural porteño. Y que parece demasiado perfecta para haber sido obra del rencor. Con sus 120 metros de altura, superó los 100 metros del Palacio Barolo y fue el primero que contó con aire acondicionado central.
Son 103 departamentos, todos distintos y con palier privado, distribuidos en cinco alas yuxtapuestas con un total de 31 pisos. Las propiedades estuvieron o están habitadas por personalidades de la cultura y la política nacional. También residen allí importantes empresarios. Los propietarios consultados, que prefirieron mantenerse en el anonimato, dijeron que el valor del metro cuadrado cuesta entre 3000 y 3500 dólares.
La torre tiene 12 ascensores y posee terrazas jardín pero, curiosamente, no posee cocheras ni portero eléctrico: cada visitante debe anunciarse en una recepción, similar a la de un hotel, y desde allí se avisa por teléfono al departamento correspondiente. En el edificio trabajan en forma permanente 30 personas, entre personal de administración, seguridad, limpieza y mantenimiento. Las expensas llegan hasta 10.000 pesos. Los habitantes no pagan el impuesto de ABL, pues el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1999.
Los departamentos más pequeños tienen 140 m. El más grande es el del piso 14, de 726 m2, que Corina Kavanagh se reservó para ella. Posee cinco habitaciones, todas en suite, y una vista en 360 grados al Río de la Plata, la plaza San Martín, Puerto Madero y el resto de la ciudad. En 1948, Corina le vendió la unidad al banquero Henry Roberts. Hoy pertenece al empresario francés Alain Levenfiche.